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FONTE BAXA: ARTE Y MAGIA EN UN BOSQUE DE ASTURIAS
Nunca había fotografiado naturaleza entre la lluvia.
Y aquella mañana de otoño asturiano, tocó pasear bajo una fuente insonora de gotas limpias y resbalonas. Calaban sin empapar, pero no me importó. Qué más da si el camino es un bosque jardín con plantas exóticas, árboles originales traídos de otros rincones del mundo, y flores japonesas, o camelias u hortensias. Miles de especies bonitas, divinas y cambiantes. Quince hectáreas al borde del mar. Una vegetación plural que se mezcla con esculturas, escaleras, fuentes y columnas importadas con cariño y buen gusto desde China, Perú, o Italia y Portugal.
Cada cierto tiempo se convierte en un bosque distinto, en otra esfera clavada en el mismo territorio: Luarca
La primera que me habló de Fonte Baxa fue mi amiga Elena Olay, gran fotógrafa que ha retratado este jardín después de muchos paseos y estaciones con luces variables. Esto es absolutamente singular, uno de los grandes botánicos de Europa.
Y es que Fonte Baxa cambia mucho de enero a mayo. O de julio a noviembre. O de un día para otro. Cada cierto tiempo se convierte en un bosque distinto, en otra esfera clavada en el mismo territorio: Luarca, un pueblo marinero incrustado entre el aire y las palmadas del Cantábrico. Hay muchas Fontes Baxas en un único laberinto. Lo mejor es perderse y encontrarlo tú mismo, nos decía Beltrán Pedregal, un apasionado de este bosque que nos hizo de guía.
Aquí la naturaleza te habla en silencio pidiéndote en alto que la conozcas, que la roces, la mires y la huelas.
Aquel día bajo la lluvia el efecto de las fotos me parecía distinto ¿Era la cámara? ¿O el propio entorno? ¿Era el agua? Después de algunos clicks veloces parecía que iba a saltar por ahí un elfo, Frodo o cualquier personaje heroico de Tolkien.
Fonte Baxa es un universo propio, un relato en sí mismo. Aquí la naturaleza te habla en silencio pidiéndote en alto que la conozcas, que la roces, la mires y la huelas.
Fueron el empresario José Rivera y su mujer Rosa María Pardo, quienes dieron forma, color y voz a este proyecto tan bonito. En los años 90 compraron un pequeño terreno alrededor de su casa de Luarca, y poco a poco fueron adquiriendo minifundios colindantes hasta convertirlo en el bosque de hoy.
Muchos viajes por el mundo y pasión por el arte y la naturaleza. Una mezcla rica y radiante que permite al visitante caminar por un lugar idílico, distinto. Yo desde luego noté algo de magia. No sé si el truco fue del jardín, de la lluvia o de la cámara de fotos. Pero un halo de fantasía bailaba entre el agua… Rondaba por ahí.
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